TRAFALGAR. DIORAMA DE LA CUBIERTA DEL PRÍNCIPE DE ASTURIAS.

 

Por Javier Escudero Cuervas Mons
Fotografías de Rodrigo Hernández Cabos.




La victoria inglesa en Trafalgar demostró la relativa facilidad para romper la línea enemiga al introducir un factor de cambio en el tradicional sistema de combate entre dos flotas. Por otra parte la flota británica se encontraba en 1805 mucho mejor preparada que la franco-española. Una maniobra arriesgada y difícil que en otras condiciones hubiera estado abocada al fracaso.
La flota española estaba compuesta por buques ya muy viejos y mal equipados, por tripulaciones novatas, resultado de las reclutas forzosas, y con una oficialidad inexperta en el combate. La francesa, tras la Revolución, había visto disminuir la cantidad de sus oficiales, cayendo en la indisciplina más absoluta, sin que hubiera podido remediarse totalmente esta situación con las medidas de Napoleón.
La mayoría de los historiadores coinciden en la opinión de que la batalla estaba perdida de antemano. A pesar de las sistemáticas críticas vertidas contra el almirante de la combinada, Villeneuve, hay que tener en cuenta que un marino con largos años de valerosos servicios se dio cuenta inmediatamente de las pocas posibilidades de victoria. A Villeneuve se le ha calificado de cobarde, pusilánime y derrotista. Posiblemente fuera lo último y es evidente que cometió graves errores en el batalla que aceleraron la derrota. Pero ante un ataque tan planificado por Nelson, era muy difícil alcanzar la ventaja decisiva.
Por su parte, Inglaterra necesitaba una victoria desesperadamente, no sólo por su propia supervivencia, sino también para recuperar la moral perdida tras su estruendoso y silenciado fracaso en Cartagena de Indias a manos de D. Blas de Lezo, en la que se llamó la “Guerra de la oreja de Jenkins” y la vergonzante derrota de Nelson en Canarias.

El sueño napoleónico de invadir las islas británicas estaba condenado al fracaso, puesto que las flotas inglesas se componían de un número de navíos muy superior y mucho mejor organizadas que las flotas francesa y española juntas. Para Inglaterra, perder una flota significaba el esfuerzo de tener que recurrir a otra de las que tenía en servicio; para Francia y España era el desastre.
El Navío Príncipe de Asturias, tuvo señalada actuación durante y después del combate de Trafalgar (21 de octubre de 1805) al mando de D. Antonio de Escaño y García de Cáceres (1752-1814), nombrado mayor general de la escuadra y a las órdenes de Gravina.

La artillería
La superioridad artillera se inclinaba claramente del lado hispano-francés (2.989 cañones la combinada, frente a 2.306 la inglesa). Sin embargo esta superioridad se veía contrarrestada por el mejor entrenamiento de los artilleros ingleses que lograban cargar sus cañones en un minuto frente a los tres de los franceses y españoles, lo que triplicaba su potencia de fuego. En un recuento ideal, por cada 2.989 disparos de la combinada, los ingleses realizaban 6.918, todo en unos tres minutos. A esto hay que añadir que mientras los ingleses concentraban su flota sobre el centro de la combinada, muchos de estos barcos extendidos en una desordenada fila de doce kilómetros tardaron horas en alcanzar a los ingleses con su fuego. Hubo algunos que no llegaron a entrar en combate. De este modo se hizo cierta la máxima de Nelson; “Sólo el número puede aniquilar”.
Hasta que concluyeron las guerras napoleónicas, la artillería naval apenas evolucionó, a no ser por la introducción de la «carronada», pieza corta y de grueso calibre destinada a barrer con metralla la cubierta de los barcos enemigos y que sólo podía ser utilizada a corta distancia.
El alcance normal de la artillería del siglo XVIII y primeros años del siglo XX apenas sobrepasaba el cuarto de milla, por lo que los buques debían ponerse muy cerca unos de otros, enseñando sus costados repletos de bocas de fuego. Aun así los efectos de los combates eran pequeños. En Trafalgar, los ingleses perdieron 449 hombres y de los 4.408 que perdieron franceses y españoles la mayoría se ahogaron en la tempestad que se declaró después de la batalla. Al final de la guerra, Inglaterra había perdido 216.933 marinos, de los cuales 113.273 fueron desertores y el resto, sólo un 6 por 100, murió en combate; los demás perecieron por enfermedades, accidentes o naufragio.
Los cañones llevaban su correspondiente aparejo formado por una maroma gruesa que sujetaba el cañón a la amura para evitar el desplazamiento excesivo del cañón al disparar y que se llama braga. Para volver la pieza a su posición de disparo, se utilizaba un aparejo a base de poleas o motores manejado por los servidores. Por cada dos cañones se formaba un equipo de 14 hombres y un jefe de pieza. Para cargar primero se limpiaba el ánima con el «gusano», que era una pieza de hierro en espiral. Después se introducía con la cuchara la pólvora, que se almacenaba en vasijas de cobre, y solía estar envuelta en un cartucho de papel, se atacaba con estopa y después se metía la bala o el tipo de proyectil que se fuera a utilizar y se volvía a atacar con la estopa. Colocada la pieza en su posición de disparo, se rompía el cartucho de pólvora introduciendo un punzón por el oído y se rellenaba éste con pólvora. Por fin se apuntaba mediante calzos y palancas y se aplicaba la mecha sobre el oído.
Había diferentes tipos de proyectiles como la bala rasa, la más común, que solía ser de hierro o piedra. También era frecuente utilizar balas encadenadas o enramadas para desarbolar al enemigo. La bala roja era una bola de hierro calentada al fuego muy efectiva, pero muy peligrosa para los mismos artilleros que la utilizaban. La metralla se componía de los objetos más inverosímiles y sólo podía ser utilizada en combates muy cercanos. Ya en la época de Trafalgar se conocían las granadas explosivas, pero una gran cantidad de oficiales se negaban a utilizarlas por considerar su uso deshonroso para un marino.
Podemos imaginar a los servidores de las piezas momentos antes de comenzar el combate, guardando silencio absoluto, agazapados y en tensión, esperando la orden terrible de abrir fuego, después de haber tomado la ración correspondiente de licor. El jefe de pieza inclinado sobre ella con la mecha preparada y el ojo en la mira. El resto de los hombres listos para recargar el cañón y ponerlo en su posición de disparo, las armas de abordaje esparcidas en manojos por la cubierta, la arena para la sangre y para evitar las astillas... El personal de las baterías bajas apenas si podía darse cuenta de la situación en que se encontraba, encerrado entre las piezas, en penumbra, cubierto de sudor y estrechamente vigilado por los infantes de marina, esperando la orden fatal. De pronto la señal seguida del ruido más atronador. Los proyectiles al golpear el casco producían un sonido grave de campana y sobre la cubierta volaban los trozos de vergas, aparejos y astillas.
A los pocos minutos de comenzar el fuego artillero, la atmósfera se hacía irrespirable y era difícil ver a pocos metros. Los muertos eran arrojados directamente por las troneras y los heridos llevados a la enfermería. El griterío se hacía infernal. Los servidores, bien entrenados, cargaban y descargaban lo más rápidamente que podían bajo las órdenes de sus jefes de pieza y sus oficiales. No había un momento de respiro para nadie. Cuando se daba la orden de alto el fuego, los supervivientes, agotados, se dejaban caer sobre cubierta entre aparejos y escombros, aturdidos y sin creerse del todo que aún permanecían en este mundo.

Diorama
El Príncipe de Asturias en Trafalgar.
La base

Construida sobre una tabla de aglomerado, forrada por listones de madera de tilo claveteados y pulidos con el filo de una cuchilla. Para simular el deterioro producto de los golpes, el arrastre de objetos, etc, se ha pasado una lija de grano grueso, rallando en diversos sentidos. Las huellas de las ruedas de los cañones se han marcado con la punta de un alfiler. Al pasar una ligera pátina de betún judaico diluido en aguarrás, sobre la superficie barnizada, quedan marcadas todas estas señales, así como el calafateado.

El casco

Las cuadernas se han cortado en contrachapado de cinco milímetros, y se han fijado sobre uno de los bordes de la base. En total ocho cuadernas situadas: dos en los extremos y el resto en ambos lados de las troneras. Estas se han realizado y colocado antes de forrar la amura, en madera de nogal, tanto el exterior como el interior. Las ménsulas que soportan la cubierta son también de nogal, así como las tapas de regala.
La cubierta

Se trata concretamente de uno de los callejones de la tercera cubierta, realizado mediante listones de abeto, cortado en segmentos de unos 20 centímetros para simular la tablazón.

Los colores del casco

Están pintados según era norma general de la época para los barcos españoles: a listas negras y amarillas y las portas negras por su parte exterior. Se dice que el Santísima Trinidad, el buque más grande de la época, con cuatro puentes y 130 cañones, iba pintado a bandas negras y rojas. Antes de pintar hemos dado una imprimación de alquil. Al dar la pintura hemos frotado con un paño para llevarnos parte de la imprimación y simular los descascarillados y sucesivas capas de pintura que solían llevar estos buques.
Se ha dejado sin pintar la franja superior del casco que en los barcos españoles iba pintada de ocre.
Sobre la tapa de regala se han fijado los cois de la marinería, que eran utilizados como protección o trinchera contra la metralla. La red que los sujeta se ha confeccionado previamente sobre un bastidor, encolando el bramante y pintándolo de negro. Los sacos de arena para la sangre son de papel como las velas. Sobre cubierta se arrojaba gran cantidad de arena, pero hemos prescindido, en este caso, de ponerla para no tapar totalmente el trabajo realizado, por lo que apenas está insinuada.
En el exterior del casco hemos reproducido algunos impactos de bala y de metralla y en uno de ellos hay una bala incrustada.

Las columnas

Las columnas que soportan la cubierta y la balustrada del «pozo de combés» han sido trabajadas en el torno.
Artillería

Se ha partido de los cañones navales de de 24 L., escala 1/35. Las cureñas se han construido según los planos publicados por el Museo Marítimo de Barcelona según las Reales Ordenanzas de Marina de 1765.
Los cañones, de latón torneado, han sido envejecidos, pintándolos con bronce antiguo : verde, siena tostada, rojo y purpurina dorada.
Los barriles y cubos también han sido torneados en madera de haya a los que se ha envejecido con “betún judaico”.

Accesorios

Las velas son de papel tisú empapadas en cola blanca diluida en agua y pintadas con ocre y blanco en fresco, para fundir mejor los colores y sacar tonalidades.
Los motones y vigotas son los corrientes que se encuentran en el mercado, envejecidos con nogalina. Los cabos son bramante fino endurecido y alisado con cola blanca.
Las balas de los cañones son perdigones gruesos y: conviene pintarlas de negro y fijarlas con pegamento. Algunas han sido unidas con un trozo de cadena fina.
Los «gusanos», «atacadores», etc., son varillas cilíndricas de nogal. En una de las puntas se ha pegado una tirilla de papel cubierta con pasta de madera para hacer los atacadores. Los «gusanos», son alambre de latón, sujetos, también, con tiras de papel y pintados de negro.
Los fusiles son de Multi-Pose con los cañones pintados de negro y metalizados con polvo de grafito, así como los cuchillos. La madera se ha simulado pintándola de marrón y dándola una pátina de betún judaico.
La verga caída sobre cubierta es un trozo de palo de escoba, tronchado y aviejado con betún judaico. El soporte para el botalón del ala, es un hilo de latón doble al que se le ha enrollado un alambre fino.
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Figuras
El diorama se compone de trece figuras de marinos españoles, doce artilleros y un oficial. Son transformaciones de figuras de diferentes marcas comerciales de figuras de plástico. Los artilleros han sido realizados a partir del grupo de partisanos de Esci y dos figuras de artilleros ingleses de Tamiya. El oficial es un soldado americano de la 2ª Guerra Mundial de MultiPose de Airfix.
Las transformaciones se han hecho pelando las ropas y el calzado originales, conformando las musculaturas con cuchilla en forma de gubia curva (es muy práctico utilizar un mini-taladro con fresa en forma de hoja para desbastar las figuras). Las piezas en general vienen con el cuerpo completo salvo los brazos, por lo que ha habido que cortar los torsos, cabezas y piernas para buscar escorzos lo más violentos posibles. En muchos casos hubo que remodelar prácticamente toda la figura con putty y acetona para hacer arrugas y conformar las partes desnudas, así como los cabellos, gorros, fajas, la casaca del oficial y su sombrero, las botas, etc.
Se han utilizado pinturas de esmalte al aceite a base de colores mates: rojo, blanco, negro, azul marino, oro, carne, ocre y amarillo, y como disolvente aguarrás puro.
Para dar un mayor dramatismo a las caras se han hundido los carrillos para pronunciar más los pómulos. A algunos se les ha abierto la boca cortando la mandíbula y volviendo a modelarla con putty.

El oficial

Las piernas. Una vez desbastados los muslos y conformadas con putty las arrugas de las ingles, se procedió a realizar las botas, de caña alta, también con putty, teniendo especial cuidado al hacer los dobleces de cuero en los tobillos.

La casaca:
El original lleva un chaquetón amplio que por supuesto hay que adaptar, con la cuchilla, a lo que es una casaca ceñida al cuerpo. El faldón se ha realizado con un trozo de plástico fino y putty, modelando las aberturas con pincel y acetona. Al igual que los bolsillos, cuello y solapas, están modeladas con putty, dando relieve a los galones con cuchilla fina cuando la masilla aún no había secado del todo. También el cabello y el lazo se han modelado con masilla y la punta de un palillo.
El sombrero es de masilla de modelar de dos componentes, modelando galones y escarapela .
Los correajes y cinturón son del estaño de un tubo de pasta de dientes.
El megáfono es un cono de plástico fino doblado y el asa un trozo de grapa pegada con cianocrilato.
Los botones son plástico estirado, que al arrimar un extremo al fuego, sin que lo toque, se arruga, se cortan las puntas y se pegan a la casaca.

Figuras con el torso desnudo
Es conveniente utilizar dibujos de desnudos que sirvan de modelo para la musculatura. Lo normal es empezar tallando las extremidades y el torso por separado y luego unirlos para hacer los retoques necesarios con la cuchilla y la masilla.
Las fajas son de putty y han sido modeladas cuando estaba casi seco. La sangre, aunque no somos partidarios de representarla, se ha hecho con dos tipos de rojo brillante, uno muy vivo y otro más oscuro. En algunos, con pincel muy fino, se han simulado gotas de sudor con barniz brillante.

 

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